martes, 24 de abril de 2012

Uno más de corrupción


La corrupción es un fenómeno digno de estudios desde ópticas distintas. Es un asunto cultural, antropológico, social, político, económico, jurídico, moral, etc. Una vez incrustado en el ambiente es sumamente complejo erradicarse.

Canadá ocupa la posición 10 y es el país menos corrupto de continente americano, el último lugar lo ocupa Haití y a nivel mundial el 175.

En el país de la hoja de maple, muchos de sus habitantes aprovechan las grandes extensiones de terrenos en sus casas para cultivar hortalizas. Sin distraerse de sus actividades laborales, los canadienses salen a trabajar y para vender los productos colocan en las banquetas canastas con sus frutos y anuncian el precio. Los marchantes toman el producto y colocan el importe correspondiente sin que alguien los vigile o tengan que someterse a los controles que cualquier establecimiento pondría. La confianza manifiesta, precisa una sociedad respetuosa y honesta.

Esta práctica sería imposible en suelo azteca con un arraigo tan amplio del fenómeno de la corrupción, la cual nos asalta en casi todos los ámbitos de la vida.

¿En qué momento nuestra sociedad se volvió tan fanática de estas prácticas?, ¿Cómo podríamos diseñar verdaderas estrategias que nos lleven a instancias de mejor desarrollo?. Las respuestas no son fáciles.

La recomposición de la sociedad nos ha llevado a integrarnos estructuralmente de forma distinta. Las familias ya no están compuestas de la misma manera como lo estaban una generación atrás.

Ello nos ha comprometido a buscar formas de trasmitir los valores bajo esquemas diferentes. La madre de familia a cambiado sus roles, permitiendo un desarrollo más equitativo entre sexos, dejando estas responsabilidades en manos de otros actores que no hemos sabido llevarlas a cabo.

Ni la escuela, la iglesia, o los mismos padres (los varones) hemos sustituido con ese mismo esmero el papel que la madre llevaba a cabalidad, lo que la convertía en el baluarte de la familia, su sostén y quien brindaba fuerza y cohesión.

Debemos encontrar esquemas de convivencia basados en un nuevo orden, donde impere la trasmisión de valores, su comprensión y uso, para construir una mejor sociedad.

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