La
corrupción es un fenómeno digno de estudios desde ópticas
distintas. Es un asunto cultural, antropológico, social, político,
económico, jurídico, moral, etc. Una vez incrustado en el ambiente
es sumamente complejo erradicarse.
Canadá
ocupa la posición 10 y es el país menos corrupto de continente
americano, el último lugar lo ocupa Haití y a nivel mundial el 175.
En
el país de la hoja de maple, muchos de sus habitantes aprovechan las
grandes extensiones de terrenos en sus casas para cultivar
hortalizas. Sin distraerse de sus actividades laborales, los
canadienses salen a trabajar y para vender los productos colocan en
las banquetas canastas con sus frutos y anuncian el precio. Los
marchantes toman el producto y colocan el importe correspondiente sin
que alguien los vigile o tengan que someterse a los controles que
cualquier establecimiento pondría. La confianza manifiesta, precisa
una sociedad respetuosa y honesta.
Esta
práctica sería imposible en suelo azteca con un arraigo tan amplio
del fenómeno de la corrupción, la cual nos asalta en casi todos los
ámbitos de la vida.
¿En
qué momento nuestra sociedad se volvió tan fanática de estas
prácticas?, ¿Cómo podríamos diseñar verdaderas estrategias que
nos lleven a instancias de mejor desarrollo?. Las respuestas no son
fáciles.
La
recomposición de la sociedad nos ha llevado a integrarnos
estructuralmente de forma distinta. Las familias ya no están
compuestas de la misma manera como lo estaban una generación atrás.
Ello
nos ha comprometido a buscar formas de trasmitir los valores bajo
esquemas diferentes.
La madre de familia a cambiado sus roles, permitiendo un desarrollo
más equitativo entre sexos, dejando estas responsabilidades en manos
de otros actores que no hemos sabido llevarlas a cabo.
Ni
la escuela, la iglesia, o los mismos padres (los varones) hemos
sustituido con ese mismo esmero el papel que la madre llevaba a
cabalidad, lo que la convertía en el baluarte de la familia, su
sostén y quien brindaba fuerza y cohesión.
Debemos
encontrar esquemas de convivencia basados en un nuevo orden,
donde impere la trasmisión de valores, su comprensión y uso, para
construir una mejor sociedad.
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