La pertenencia a un grupo siempre ha significado la adopción
de principios y reglas que garanticen su permanencia. Desde los primeros grupos
humanos hasta otros con mayor sofisticación, guardan para sí comportamientos
muy particulares donde el liderazgo, poder, ideología, estructura,
organización, fines, medios, los distinguen unos de otros.
Pero los miembros del grupo no gozan de las mismas
prerrogativas, pues estas organizaciones tienen como principal característica
que no suelen ser democráticas. Los lobos, leones, hienas, son grupos que han
sido estudiados por especialistas y en los cuales se reconocen comportamientos
que en ocasiones nos sorprenden. Al igual que con recelo resguardan la
honorabilidad y seguridad del grupo, otras veces cometen actos que parecen en extremo violento, como comerse a
las crías, para preservar la estirpe.
Los partidos políticos en México no están muy alejados de estas
formas de comportamiento. No digo que se devoren entre sí para su preservación,
(aunque hay serias dudas sobre algunos sucesos violentos aun sin resolver) lo
que es una realidad es que estos grupos han apoderado del control de su gremio desde cúpulas a
donde es difícil acceder y en la cual se toman todas las decisiones, dejando a
merced de las mismas, el futuro de la institución.
La diferencia entre estos grupos políticos y las manadas de
hienas o leones, es que la finalidad de estos últimos es su preservación,
motivo por el algunos de sus actos pueden explicarse o hasta incluso
justificarse. Los partidos políticos en cambio denotan una severa decadencia,
al grado de que son cada día más fuertes las voces que reclaman las
candidaturas independientes.
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