Para la diplomacia una
cuestión aplazada ya está resuelta…André
Maurois
Los conflictos bélicos y diplomáticos con el gobierno francés
no son nuevos. La última escaramuza y penoso evento vivido son pecado menor en comparación con los agravios vividos por esta nación durante décadas. La Guerra
de los Pasteles fue el inicio de un proceso intervencionista de esta nación en
suelo azteca. El 6 de febrero de 1838, se originó este conflicto que culmino
con la intervención gala al puerto de Veracruz, batalla donde Antonio López de
Santa Ana perdiera su pierna.
La batalla
se denomina así por la solicitud hecha por el gobierno francés de indemnizar a
los conciudadanos por las pérdidas sufridas durante la guerra de independencia. El pastelero Remontel
solicitaba al igual que otros compatriotas la reparación de los daños a sus
propiedades y comercios. Ante la negativa del gobierno mexicano de tales
solicitudes, Francia dió cuenta de mandar la armada a resolver este tema.
La Guerra de
los Pasteles es una muestra fiel de la defensa de los intereses de los
nacionales en suelo extranjero. Hasta ahora muchos conflictos internacionales
suelen resolverse con el uso de la fuerza. México para evitar escaramuzas como
estas se convirtió en un aliado de la diplomacia pacifista que lo coloca en una
posición neutral de todo proceso intervencionista o bélico. Esta posición
cómoda evita que otras naciones se entrometan en nuestros asuntos debido a que
nosotros nos mantenemos al margen de conflictos ajenos.
La presión
del gobierno francés en este último episodio del caso Cazzes culminó por hacer
prevalecer los derechos del victimario en perjuicio de los derechos de las
víctimas, acción que debió haber sido defendida por el estado mexicano. Si el
respeto a nuestros derechos esta ausente en suelo azteca, poco podemos esperar
de nuestro gobierno en pro de defender nuestras garantías en patio ajeno.
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