Hace algunos
años en una mis andanzas por las comunidades del sur del estado; con la
intención de verificar las bondades de los programas de atención a la pobreza,
llegamos a visitar a Chón, beneficiario de apoyos gubernamentales para la cría
de cabras allá por los rumbos de Galeana.
Habitaba una
vivienda de condiciones precarias, como muchas en aquella región. Piso de
tierra, paredes de adobe, techo de lámina y hojas de palma, que atestiguaba la
pobreza que este personaje y su familia padecían.
Arribamos a
las tres de la tarde, Don Chón acarreaba agua para los animales. Después de
intercambiar saludos nos ilustró sobre lo difícil que es vivir en esa tierra.
La falta de agua y alimento, la escases de servicios, la proliferación de
enfermedades y el difícil acceso a la salud, entre muchas otras carencias.
En México, la
pobreza en algunas de sus categorías o clasificaciones, la padecen cerca de 50,000,000
de habitantes. En Nuevo León, la cifra (19.4%) no es alarmante comparado con lo que sucede en el resto del país, o específicamente
en otras entidades como Oaxaca o Guerrero.
Imaginar,
impulsar y proponer alternativas coherentes para atender este mal, que lastima
lo más profundo de la sociedad es el reto más importante. La pobreza elimina la
capacidad de soñar, mitiga los anhelos y ofende a todos.
Un país no
puede superar rezago alguno, si antes no resuelve lo esencial, que es otorgarle
o devolverle a la población su capacidad de ser.
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