Polémica ha desatado la idea sobre la
equidad de género en la postulación a cargos de elección popular. Alegatos a
favor y en contra de las cuotas establecidas a nivel federal y ausentes estas a
nivel local, han despertado discusiones en diversos foros.
Más allá de un asunto legal, adquiere
un carácter social, político, cultural e inclusive ético. La legislatura
federal anterior se vio envuelta en un caso donde varias diputadas fueron
electas respetando la cuota de género impuesta por la ley; una vez asumieron el
cargo, aventaron la toalla para que sus suplentes, (hombres) ejercieran la
labor legislativa. Las mujeres en cuestión se prestaron a la simulación,
engañaron al electorado pero salieron avante ante la disposición normativa.
Más allá de una cuota impuesta por la
ley, los partidos políticos deberían brindar igualdad de condiciones a los
contendientes (hombres y mujeres) para acceder a las candidaturas. Las llamadas
designaciones de “unidad” deberían desaparecer para que la militancia decida
sobre quienes desea participen en la búsqueda de la representación.
El ejercicio del poder no tiene que
ver con condiciones de género, sino de capacidades. No se trata de vedar
terrenos para hombres o mujeres, sino de brindar condiciones iguales para todos
quienes desean participar en esta actividad. De lo contrario siempre habrá
formas de simular la obediencia a la ley.
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