domingo, 15 de abril de 2012

Cosas del Pasado


Evocar al pasado es una actividad a la cual recurrimos con nostalgia los mexicanos. Quizás sea una forma de desconectarnos del presente y evadir la realidad actual. La frase se ha pasado de generación en generación; escuchaba al abuelo decirla y mi padre la sigue repitiendo,  “LAS COSAS YA NO SON COMO ANTES”.
En los años setentas y ochentas, recuerdo que presenciar un partido de tigres o rayados, era una actividad del “pueblo”. Cada sábado la familia regiomontana de clase media, media baja, baja, super baja y otras aun más abajo acudíamos religiosamente al estadio.
Los aficionados solían enfundarse en sus casacas que compraban a las afueras del estadio, o en las tiendas de deportes de la Avenida Juárez o Juna Ignacio Ramón. La camiseta no solo duraba las 38 fechas del torneo, sino que los equipos usaban la misma durante varias temporadas.
El espectáculo estaba reservado para aficionados de cierta clase social.  Durante el encuentro los aromas de los tacos y las tortas preparados en casa se entremezclaban, los líquidos eran transportados en los termos color naranja, en  los radios portátiles se escuchaban las incidencias del encuentro; todo esto aderezado por las porras espontaneas de la hinchada y los típicos recordatorios maternales contra el silbante, el contrario, o el propio equipo cuando este no llenaba las expectativas.
Hoy en día eso es cosa del pasado. Ahora ser “nice” implica disfrazarse de futbolista. En los antros se pueden observar camisetas no solo de los equipos locales, sino que la globalización nos permite ver cascas de todos los continentes.
Las camisetas de los clubes se adquieren por elevadas cifras en tiendas especializadas de deportes, que cambian sus diseños cada torneo, que por cierto dura medio año. La piratería entonces, encontró su nicho en la añeja afición que ya no puede acudir al estadio; diversión que ahora se reserva para las clases media -alta, alta y muy alta.
Pero eso sí, los empresarios que alejaron al pueblo de los estadios, mendigaron al gobierno las facilidades para que en un terreno público se construya una obra privada, a la cual la afición que dio vida al balompié regiomontano no está  invitada, pues se reservan el derecho de admisión.

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