En aquellos años ( no se sabe a ciencia
cierta hace cuantos, pero imagino que hace muchos) los pactos y acuerdos
entre caballeros se sellaban con la palabra. El significado de tal
gesto trascendia a la honorabilidad de las personas. Con el tiempo,
la firma hacia las veces de la palabra, pasamos al papel para dar certeza de lo
dicho, pero esto no fue suficiente, después las gantaías en dinero o en especie
dieron cuenta de la vericidad. Hoy en día, los fedatarios hacen lo propio. En
estos tiempos, todavía es posible apreciar sobre todo en las comunidades
rurales, los acuerdos fundados en la palabra y en caso de que alguna de las
partes falle, la condena ética es fulminante.
En la vida política mexicana, acudir ante notario a dar fe de las promesas se ha vuelto deporte nacional. Con lujo de publicidad se firman pactos y acuerdos con el respetable, sobre obras, acciones y programas que se habrán de emprender.
Las pre pre campañas, las pre camapñas y las campañas, son un cúmulo de promesas, aderezadas con gestos emotivos, una efectiva oratoria y una pisca de información, que hacen que los contendientes las firmen ante notario público, lo que como autoridad habrán de ejecutar.
Lo cierto es que en el ámbito político, faltar a la pabra no implica responsabilidad alguna. Ello entre muchas otras cosas, ha convertido a este oficio en una actividad de poca credibilidad.
Los constantes anuncios publicitarios, que por cierto son muchos y muy costosos, llamando a la sociedad a cumplir con su derecho a votar, no serán lo suficientemente efectivos sin que antes los políticos sean capaces de cumplir sus promesas. Pugnemos por una política sin tantas firmas y promesas, que la palabra recupere su valor.
En la vida política mexicana, acudir ante notario a dar fe de las promesas se ha vuelto deporte nacional. Con lujo de publicidad se firman pactos y acuerdos con el respetable, sobre obras, acciones y programas que se habrán de emprender.
Las pre pre campañas, las pre camapñas y las campañas, son un cúmulo de promesas, aderezadas con gestos emotivos, una efectiva oratoria y una pisca de información, que hacen que los contendientes las firmen ante notario público, lo que como autoridad habrán de ejecutar.
Lo cierto es que en el ámbito político, faltar a la pabra no implica responsabilidad alguna. Ello entre muchas otras cosas, ha convertido a este oficio en una actividad de poca credibilidad.
Los constantes anuncios publicitarios, que por cierto son muchos y muy costosos, llamando a la sociedad a cumplir con su derecho a votar, no serán lo suficientemente efectivos sin que antes los políticos sean capaces de cumplir sus promesas. Pugnemos por una política sin tantas firmas y promesas, que la palabra recupere su valor.
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