Una cinta Francesa llamada “Cartas de París”, muestra la historia de una anciana que vive en la República de Georgia. Su hijo emigró a París en busca de fortuna y desde aquel país envía con regularidad cartas y dinero a su madre. De pronto la correspondencia y el efectivo dejan de llegar, motivo por el cual la anciana sospecha lo peor. El hijo ha muerto en un accidente y con el afán de mantener en secreto el deceso, su hermana y sobrina deciden mantener la “comunicación” con la madre haciéndole creer que las cosas están bien.
Un día la anciana decide que es tiempo de visitar a su hijo. Saca sus ahorros y las tres toman el tren a la ciudad luz. Las mujeres se ven en la necesidad de contar la verdad a madre, quien con la serenidad que solo los años pueden brindar, les hace ver que ella sabía de tiempo atrás que su hijo había muerto y no era él quien enviaba el dinero y las cartas, sin embargo, mantuvo el secreto, porque de otro modo no hubiera jamás conocido París.
El sentido de estas mentiras fue siempre hacer un bien al prójimo. Discutible o no, al final todo acabó en armonía.
La mentira es parte la cultura mexicana. Historias, cuentos y dichos aderezan esta mala costumbre que trastoca todos los ámbitos de la vida, incluyendo a la política. Las hay de todo tipo, grandes, pequeñas, sin querer, por omisión, piadosas, etc. NO LO VUELVO A HACER, LA ÚLTIMA Y NOS VAMOS, MAÑANA TE PAGO, MAÑANA TE DIGO, NOMAS…, en fin mentir esta en nuestros genes.
Los candidatos también se ajustan a esta práctica. Cuando son descubiertos en la maroma alegan guerra sucia. Es decir, se les está permitido decir lo que se les pegue la gana sin que ello repercuta, a menos que un valiente saque a la luz pública la velda.
Si así se comportan como candidatos, no esperemos grandes cosas cuando alguno de ellos asuma el poder.
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