Como los políticos nunca creen lo que dicen, se
sorprenden si alguien lo cree…Charles
de Gaulle
En política el lenguaje suele cobrar significados muy
distintos al que estamos acostumbrados los mortales en nuestra vida cotidiana.
El uso y deformación de la palabra convierten en muchas ocasiones a la política
en el arte del engaño y la mentira. Inclusive una de las distorsiones de la
democracia es precisamente la demagogia. Cuando los políticos apelan a la
libertad de expresión, lo hacen con vehemencia y sin empacho alguno.
En estos últimos días el precio del huevo ha registrado alzas
insospechadas. Innumerables explicaciones se han dado por aquellos que sienten
el deseo de justificar tan descabellado incremento. Nuestro flamante secretario
de economía, el Lic. Bruno Ferrari, se aventó la puntada de afirmar que el huevo
había aumentado su precio debido a que los niños regresaban a clases.
Indiscutiblemente que cuando las criaturas vuelven a las
aulas el mundo se trastoca en sus entrañas más íntimas, pero de eso a que sean
los huevos los que sufran tal acometida, no suena lógico. Sin embargo, la
constante de un gobierno que usa la palabra para deformar los hechos, asumen
que algo tiene y debe salir de boca de los políticos para explicar la realidad.
Cuando a un político se le ocurre decir alguna ocurrencia
relacionada con hechos o actos que repercuten en la comunidad, solemos ponernos
a temblar, no damos crédito a lo dicho y se incrementa la desconfianza. Vicente Fox fue genio y figura de esta
incultura de la deformación del lenguaje y su indiscriminado uso, hablaba mucho
sin decir nada. Tenía un vocero que debía salir al quite a explicar los dichos
de Chente.
Hoy en día sufrimos incrementos al precio de la gasolina cada
mes, pero no aumenta no se espanten, diría un político, solo se ajusta. Lo
único malo de esos ajustes que nunca son hacia abajo, por ende el combustible
AUMENTA.
Quizás para mantener el precio de los huevos en su lugar
debamos ampliar el período vacacional de las criaturas o ir quitando este
producto de la dieta diaria, o ya de plano dejar de darle tanta importancia a los huevos.
El problema es dejar al ibre mercado los precios de todos los productos, es obvio que los empresarios del ramo tratrán de conseguir las maximas ganancias, pero el gobuerno tiene el deber de regular ése tipo de comportamiento.
ResponderEliminarMuchas veces nos quejamos de los malos gobiernos, pero pocas veces escucho a las personas quejarse de los malos empresarios, que como en este caso abusan de las circunstancias y especulan con el producto. Las medidas regulatorias son demasiado laxas y cuando pueden estas aplicarse las instancias tienen muy poco peso específico y nada pueden hacer para intervenir. Pasó con la tortilla hace unos años y ahora con el huevo, golpeando a la economía familiar. Si bien se puede pensar en incentivar el sector mediante subsidios directos, estos siempre suelen ser aprovechas de forma leonina sin que logren impactar necesariamente en las familias más pobres. Dejar al mercado que actué, quizás sea la mejor opción, sin embargo, esto lleva tiempo y no se sabe los estragos que el precio logre ocasionar en los segmentos más pobres de la población.
ResponderEliminarEs una medida temporal, los empresarios sangran en perdidas y de alguna manera debe subsistir esta industria.
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