martes, 7 de agosto de 2012

La Política del Deporte, El Deporte de la Política


El verdadero heroísmo está en transformar los deseos en realidades y las ideas en hechos…Alfonso Rodríguez Castelao



Escasos triunfos hemos obtenidos en justas deportivas de carácter mundial. Aun y que la esperanza es lo último que muere y lo importante no sea ganar sino competir, los esfuerzos de nuestros deportistas son reconocidos y disfrutados por todos. Un bronce significa festejo. Ampliar el horario de venta de cerveza, vanagloriar el nombre de la patria, desempolvar la bandera y ataviarnos de penachos y matracas para salir a las calles a dar rienda suelta a nuestra capacidad festiva.

Un pueblo entero fija sus anhelos en sus atletas que como siempre en amplias delegaciones solemos marcar la diferencia entre el resto de los participantes, que luciendo sus uniformes deportivos, son apañados por nuestros zarapes y jorongos multicolores que a pesar de no significar nada deportivamente, suelen lucir a toda madre.

El premio al esfuerzo azteca por alcanzar una presea es incomparable. A la mayoría les esperan majestuosos recibimientos. Mariachi, banda, cornetas, matracas, porras. La gente se arremolina alrededor de los nuevos héroes que nos permiten seguir soñando con la gloria.

Una vez superada la resaca del festejo, vienen los muy merecidos homenajes. La escuela, el mercado, una calle o la plaza llevan ahora el nombre del atleta olímpico. Su presencia en los desfiles es indispensable. Se hace entrega de preseas, placas y las llaves de la ciudad. Así conmemoramos a los  deportistas que han alcanzado el podio.

Pero lo mejor está aun por venir. Le esperan invitaciones a convertirse en candidato a algún cargo de elección popular, La simpatía y fama de la que es objeto debe capitalizarse en las urnas. En caso contrario, hay que darle a administrar el deporte de la localidad. Un buen deportista debe ser un buen administrador de la cosa pública.

El resultado ha sido el mismo de siempre. No avanzamos en el medallero olímpico, sin embargo, seguimos enfrascados en el deterioro de la política, haciendo de ella, una recompensa valiosa pero a la vez incómoda para aquellos que nacieron para dar todo un ambiente donde la competencia tiene reglas claras y competidores honestos.

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