miércoles, 1 de agosto de 2012

A Marchar...


El secreto de mi felicidad está en no esforzarse por el placer, sino en encontrar el placer en el esfuerzo…André Gide

Los jóvenes varones mexicanos en su mayoría al llegar a los 18 años de edad deben cumplir con la obligación de hacer su servicio militar. Antes era una práctica forzosa para todos y de un tiempo a la fecha se realiza mediante sorteo. Los afortunados deben acudir religiosamente durante diez meses al campo militar a realizar labores de adiestramiento, o como comúnmente decimos a marchar.

Pero en México marchar no se refiere únicamente a cumplir con esa obligación militar. Sino que evoca también a una frase popular para expresar que ya perdiste, te amolaste, te fregaste, te chin…, caminaste.
  
La caminata o marcha en México se volvió un deporte popular. Después de la hazaña del Sargento Pedraza en los juegos olímpicos en México 1968, donde obtuvo la medalla de plata en una épica competencia que dejo entrever el esfuerzo y fortaleza del militar michoacano. A partir de entonces vinieron un sinnúmero de atletas  que dieron gloria al deporte azteca marchando.

Otro de los grandes, nacido en San Luis Potosí, pero regiomontano por adopción, Daniel Bautista se coronó en los juegos olímpicos de Montreal en la marcha de 20 kilómetros. Orgullo para la ciudad quiso repetir la hazaña en Moscú cuatro años después. Sin embargo misteriosamente fue descalificado antes de entrar al estadio perdiendo así la posibilidad de alcanzar el oro. Por cierto aquella justa fue ganada por un marchista soviético. Bautista corrió la misma suerte en la prueba de 50 kilómetros.

Fue en los Ángeles 84 donde la marcha mexicana vivó sus mejores momentos. Dos medallas de oro y una de plata. Raúl González,  ganó oro en 20 y plata en 50 kilómetros, Ernesto Canto ganaba la de oro en esta misma justa. Carlos Mercenario fue el último medallista mexicano en la caminata al obtener plata en Barcelona.

Marchar para los mexicanos se ha vuelto deporte nacional. Envueltos en la tragedia, no dejamos de lamentarnos de nuestro pasado para justificar las desgracias del presente. Sin embargo, podriamos encausar su verdadero significado en las pistas, y así poner en alto el nombre de nuestro país. 

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