El derecho es el conjunto de
condiciones que permiten a la libertad de cada uno acomodarse a la libertad de
todos…Inmanuel Kant
Imagino que todos hemos escuchado
alguna vez la fábula de la rana y el escorpión, que nos habla sobre la
naturaleza de los seres vivos a la cual es difícil o imposible renunciar. En
México la vocación democrática de la sociedad es insipiente. El Estado no ha
procurado difundir y expandir por todos los rincones de la patria las bondades
de un sistema de vida basado en el respeto a la ley, cuyos elementos esenciales
responden a valores como la justicia, igualdad, equidad, cooperación, diálogo,
libertad, respeto, tolerancia, diversidad, entre otros.
Obedecemos a nuestros instintos
naturales que han sido trasmitidos de generación en generación. Nací hace
cuarenta y tres años y crecí bajo la tutela de un régimen autoritario, opaco y
de pocos tintes democráticos. El sistema era creado y controlado por la fuerza
del estado que además de estar en todas partes, mantenía el andamiaje de sus
piezas perfectamente aceitadas.
No había nada que se escapara del
control del presidente. Mantenía un estricto rigor sobre lo acontecido en todos
los rincones del país. La obediencia y disciplina de quienes estaba al servicio
del régimen, era un dogma que significaba su permanencia, avance y desarrollo
personal.
Muy de vez en cuando se escapaban del
dominio del presidente alguno que otro irreverente que de inmediato era
aplacado con la designación a alguna encomienda en el país más lejano del planeta. El destierro
político por un tiempo suficientemente largo hacía entrar en razón al miembro
más desobediente.
Con el paso de los años, el régimen
sufrió transformaciones de poquito en poquito. Llegó el momento en que el
partido dominante dejó su lugar a otro en el que millones de mexicanos depositaron su
confianza para generar un cambio. Han pasado casi una docena de años y el saldo
de aquella apuesta no ha arrojado los frutos deseados. Sin embargo, los aztecas
hemos visto con envidia como en otras naciones con menores esperanzas
democráticas han logrado por la vía de la organización y cohesión social,
derrocar a regímenes más perversos y despóticos.
Quizás no tengamos una vocación
democrática del todo, pero si debemos obedecer al llamado de la naturaleza que
nos indica que los hombres nacemos libres, a pesar de quien o quienes nos
gobiernen.
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