viernes, 25 de mayo de 2012

La Rana y el Escorpión


El derecho es el conjunto de condiciones que permiten a la libertad de cada uno acomodarse a la libertad de todos…Inmanuel Kant




Imagino que todos hemos escuchado alguna vez la fábula de la rana y el escorpión, que nos habla sobre la naturaleza de los seres vivos a la cual es difícil o imposible renunciar. En México la vocación democrática de la sociedad es insipiente. El Estado no ha procurado difundir y expandir por todos los rincones de la patria las bondades de un sistema de vida basado en el respeto a la ley, cuyos elementos esenciales responden a valores como la justicia, igualdad, equidad, cooperación, diálogo, libertad, respeto, tolerancia, diversidad, entre otros.

Obedecemos a nuestros instintos naturales que han sido trasmitidos de generación en generación. Nací hace cuarenta y tres años y crecí bajo la tutela de un régimen autoritario, opaco y de pocos tintes democráticos. El sistema era creado y controlado por la fuerza del estado que además de estar en todas partes, mantenía el andamiaje de sus piezas perfectamente aceitadas.

No había nada que se escapara del control del presidente. Mantenía un estricto rigor sobre lo acontecido en todos los rincones del país. La obediencia y disciplina de quienes estaba al servicio del régimen, era un dogma que significaba su permanencia, avance y desarrollo personal.

Muy de vez en cuando se escapaban del dominio del presidente alguno que otro irreverente que de inmediato era aplacado con la designación a alguna encomienda en el  país más lejano del planeta. El destierro político por un tiempo suficientemente largo hacía entrar en razón al miembro más desobediente.

Con el paso de los años, el régimen sufrió transformaciones de poquito en poquito. Llegó el momento en que el partido dominante dejó su lugar a otro en el que  millones de mexicanos depositaron su confianza para generar un cambio. Han pasado casi una docena de años y el saldo de aquella apuesta no ha arrojado los frutos deseados. Sin embargo, los aztecas hemos visto con envidia como en otras naciones con menores esperanzas democráticas han logrado por la vía de la organización y cohesión social, derrocar a regímenes más perversos y despóticos.

Quizás no tengamos una vocación democrática del todo, pero si debemos obedecer al llamado de la naturaleza que nos indica que los hombres nacemos libres, a pesar de quien o quienes nos gobiernen.

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