El político se convierte en
estadista cuando comienza a pensar en las próximas generaciones y no en las
próximas elecciones…Winston Churchill
En los últimos días los ciudadanos hemos visto con
cierto desprecio, como las contiendas políticas se convierten poco a poco en
crueles batallas por desacreditar a los contrincantes. Los argumentos
constructivos se agotan y comienzan la suerte de descalificaciones. Con
argumentos y pruebas muchas de ellas, otras bajo simples sospechas. Es cierto
que en nuestro esquema jurídico electoral las formas de expresar los
sentimientos e intentar convencer al elector no están del todo regulados, lo
que en la mayoría de los casos es aprovechado por los competidores políticos.
Algo relevante en todo este asunto, es la forma como los
medios de comunicación que deberían de asumirse como intermediarios entre
candidatos y ciudadanos; en mucho ayudarían si dejaran de publicar estas
descalificaciones y cancelar aquellos espacios para que se reproduzcan este
tipo de ataques.
Si en una jornada de proselitismo no hubo nada
constructivo simplemente no publiquen nada, pero esto va en contra de los
acuerdos a los que los mimos medios se someten en aras de vender más espacios,
obtener mayores ganancias e intentar influir desde su posición a favor de uno u
otro candidato.
Otro aspecto más en el marco de este fenómeno político
son las encuestas. Si bien estos instrumentos de medición sirven como
termómetro para detectar las preferencias de los electores en cierto espacio y
tiempo, destacan las interpretaciones que los dueños o representantes de estas
firmas hacen respecto del comportamiento de los votantes. Se atreven a
descifrar las maneras de pensar de la población mexicana, sus miedos, anhelos,
capacidades mentales, cultura, en fin, una encuesta sobre las preferencias
electorales es un referente para todo.
En este caso la política pareciera lo envuelve todo, y de nueva cuenta
los medios dando crédito a ello.
Un aspecto por demás fuera de contexto son las firmas
de pactos de civilidad que van desde lo local hasta la esfera nacional. Absurdo, fuera de lugar, descrédito de las
reglas establecidas, y para colmo, inminente violaciones a estos mismos
acuerdos aun antes de firmarse.
La regla es que no hay reglas más allá de las que ya
imperan en el sistema político electoral. La ley, las instituciones y el
proceso. Sobran pues las firmas que no hacen sino hacer más cursi el proceso
político.
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