domingo, 20 de mayo de 2012

AL MAESTRO CON CARIÑO


Excelente maestro es aquel que, enseñando poco, hace nacer en el alumno un deseo grande de aprender…Arturo Graf

El sistema educativo en México requiere una urgente reforma de fondo. Los maestros durante décadas han sido fuente de inspiración para sus alumnos. En ellos encontrábamos el cobijo de la duda. Siempre elocuentes, dispuestos, cumplidos, responsables. Fueron motivo de homenajes que destacaban tan loable labor, semejada con la del médico o el párroco.
Poseedor de talentos, el maestro se convirtió en la figura central del proceso educativo en México. Sin embargo, fue precisamente ese cúmulo de cualidades lo que hicieron que el poder se apropiara de su trabajo y voluntad. El sistema corporativo los captó y los hizo parte del él. A cambio le fue entregando a su gremio posiciones relevantes dentro del entramado político. 
La influencia del maestro ilustrada en aquellos pasajes de los pueblos donde lograba aglutinar las distintas fuerzas en pos de la educación, pasa ahora a formar parte de un esquema de dominio político más consolidado, organizado y con mayores beneficios, no para la comunidad precisamente, sino para el grupo al que ahora representa con fe.
El poderío sindical del magisterio fue creciendo y en esa misma medida su compromiso con la sociedad quedo en segundo plano. Su trinchera de batalla para contribuir al desarrollo nacional pasó de las aulas a las negociaciones políticas, en la disputa por espacios de poder, hasta llegar a conformar su propio partido político.
Hoy en día los expertos y los no tan expertos representados por los burócratas de la SEP, le suplican al sindicato magisterial para que dejen a sus mentores ser evaluados, como si en dicha prueba se escondiera lo poco o mucho de la debacle educativa de nuestra nación. 
El problema de fondo radica en que denostamos la vocación del maestro que por muchos años fue valorada y reconocida, para orientarla hacia la lucha política, la obtención de privilegios como parte de una clase a al servicio del sistema. Pugnemos sí por evaluar al maestro, pero a su vez evaluemos todos aquellos factores que han representado una mayor influencia negativa y perversa en nuestro sistema educativo, de otra manera la reforma estaría de nuevo incompleta.

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