Excelente maestro es
aquel que, enseñando poco, hace nacer en el alumno un deseo grande de
aprender…Arturo Graf
El
sistema educativo en México requiere una urgente reforma de fondo. Los maestros
durante décadas han sido fuente de inspiración para sus alumnos. En ellos
encontrábamos el cobijo de la duda. Siempre elocuentes, dispuestos, cumplidos,
responsables. Fueron motivo de homenajes que destacaban tan loable labor,
semejada con la del médico o el párroco.
Poseedor
de talentos, el maestro se convirtió en la figura central del proceso educativo
en México. Sin embargo, fue precisamente ese cúmulo de cualidades lo que
hicieron que el poder se apropiara de su trabajo y voluntad. El sistema
corporativo los captó y los hizo parte del él. A cambio le fue entregando a su
gremio posiciones relevantes dentro del entramado político.
La
influencia del maestro ilustrada en aquellos pasajes de los pueblos donde
lograba aglutinar las distintas fuerzas en pos de la educación, pasa ahora a
formar parte de un esquema de dominio político más consolidado, organizado y
con mayores beneficios, no para la comunidad precisamente, sino para el grupo
al que ahora representa con fe.
El
poderío sindical del magisterio fue creciendo y en esa misma medida su compromiso
con la sociedad quedo en segundo plano. Su trinchera de batalla para contribuir
al desarrollo nacional pasó de las aulas a las negociaciones políticas, en la
disputa por espacios de poder, hasta llegar a conformar su propio partido
político.
Hoy
en día los expertos y los no tan expertos representados por los burócratas de
la SEP, le suplican al sindicato magisterial para que dejen a sus mentores ser
evaluados, como si en dicha prueba se escondiera lo poco o mucho de la debacle
educativa de nuestra nación.
El
problema de fondo radica en que denostamos la vocación del maestro que por
muchos años fue valorada y reconocida, para orientarla hacia la lucha política,
la obtención de privilegios como parte de una clase a al servicio del sistema.
Pugnemos sí por evaluar al maestro, pero a su vez evaluemos todos aquellos
factores que han representado una mayor influencia negativa y perversa en
nuestro sistema educativo, de otra manera la reforma estaría de nuevo
incompleta.
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