martes, 29 de mayo de 2012

Barras y mas Barras


La civilización es la victoria de la persuasión sobre la fuerza…Platón

En el mundial de futbol de 1950 celebrado en tierras cariocas, el equipo brasileño sufrió la peor derrota de su historia. Los charrúas, su eterno rival, se alzaba con la copa tras vencerlos 2-1 en un memorable partido que Brasil desearía olvidar. Ello provocó reacciones de todo tipo, lo más fatal fue el suicidio de aficionados que demostraban así un fanatismo exagerado para con su equipo nacional.

Manifestaciones de esta naturaleza no solo se dan en el ámbito deportivo. En la gran depresión del 29, en los Estados Unidos empresarios y banqueros saltaban desde las ventanas de los edificios ante lo insoportable que resultaba el verse envueltos en una de las peores crisis económicas de la historia.
 
En el mundial de 86 celebrado en nuestro país, experimentamos por primera vez en carne propia la ola de seguidores ingleses y escoceses que gozaban de una no muy buena reputación. Los hooligans, llamados así para identificar a personas que causan disturbios. Estos grupos han llegado al extremo de mostrar sus preferencias y apoyos a sus equipos más allá de los golpes, llevando sus acciones al terreno político y racial.

En los últimos años, la sociedad mexicana ha importado de los países sudamericanos la idea de organizar a la afición al futbol en las llamadas barras. Estos grupos de personas seguidores fieles de sus equipos han protagonizado sucesos sangrientos en distintas sedes desatándose una animadversión que traspasa la competencia futbolera.

De este modo, las barras se han posicionado en los estadios y han convertido el espectáculo del futbol, en algo ajeno para la familia mexicana. 

En días pasados vimos en los medios informativos algo que sobrepasa a nuestra capacidad de asombro. Una madre cegada por el fanatismo religioso golpeo y le saco los ojos a su hijo de cinco años con el pretexto de salvar al mundo y sacarle al demonio.

Actos como estos suponen una distorsión de la realidad, sobre lo que es y no relevante para la vida misma. La charlatanería hace presa de personas ávidas de fe, que ven la oportunidad para sustraerles sus bienes, su tranquilidad y conciencia con el uso de la palabra. Estamos educándonos en esquemas subjetivos y superficiales, donde la apropiación de las ideas mediante la fuerza, la intolerancia y la falta de respeto se asumen  ya como valores absolutos.

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