A los verdugos se les reconoce
fácilmente: tienen cara de miedo… Jean-Paul Sartre
Para los cuatro
candidatos a la presidencia de la república les pareció poco familiar el tono
del poeta Javier Sicilia cuando se refirió a cada uno de ellos sin el menor
recato.
Sereno, sin
aspavientos, seguro de sí mismo y de la causa que representa, logró lo que
pocos activistas; sentar en la misma mesa, aunque a destiempo, a los cuatro
aspirantes a la primera magistratura. No dejó títere con cabeza. En un ambiente
tenso y denso, en el que reinaba sentimientos de desesperanza, tristeza,
abandono, olvido, rencor, coraje, hasta alivio o anhelo de ser escuchados; a
uno a uno por uno les fue leyendo la cartilla.
Los políticos como
todos los de su especie, intentaron desmarcarse de los señalamientos del poeta,
sin embargo, les fue peor. A medida que tomaba la palabra para respaldar sus
dichos, los candidatos se sumían en sus propios caprichos.
Conocieron en voz de
los agraviados el viacrucis que han tenido que soportar por la pérdida,
asesinato o desaparición de un ser querido. Por primera vez se vieron en medio
de un escenario complejo que reflejaba una realidad a la que muchos gobernantes
se han negado a aceptar. Una realidad que viven día con día miles de familias
mexicanas, llevando a cuestas el dolor por haberles sido arrebatado parte de su
ser.
Pasaron de ser los
protagonistas de los discursos donde controlan el tiempo, el escenario y en la
mayoría de las veces hasta al público; a un ambiente donde los reclamos y
súplicas no se hicieron esperar. De los mítines multitudinarios con acarreados
donde los aplausos son ensayados, pasaron a la recriminación de los
directamente afectados.
Al igual que los
familiares de estas víctimas inocentes, los candidatos deberían aceptar un
diálogo abierto con las causas verdaderas. Con los padecimientos de los miles
de mexicanos que día con día se ven agraviados por el abandono y la inoperancia
de un sistema que no hace más que hacer como que no existen.
Es urgente que así
como Sicilia logró legitimar un movimiento; otros grupos sociales con demandas
auténticas y justas, llamen la atención de aquellos que ostentan dirigir la
nación.