No puedo prestar juramento a una bandera si no sé
quién la está sujetando…Peter Ustinov
44 años han pasado ya de aquella tarde trágica en la Plaza
de las Tres Culturas en Tlatelolco. El hecho fue la puntilla que evidenciaba el
autoritarismo y el terror de un régimen que inclusive continuó por algunos años
más. Los asomos democráticos tardaron todavía algunos años en que comenzarán a
vislumbrarse; la tarea aun no ha concluido, la lucha se mantiene en pie.
Las exigencias de los jóvenes de aquel entonces eran
auténticas. Si bien detrás del movimiento pudieron colarse grupos políticos que
buscaban obtener sus ganancias, la esencia del mismo era producto de un cambio
mundial en pro del respeto a derechos fundamentales.
Este mismo año, un grupo de jóvenes iniciaron lo que parecía
un movimiento fuerte, sólido y capaz de cambiar el rumbo de las cosas en las
pasadas elecciones. Lo que comenzó como una manifestación para defender su
integridad, se convirtió en una bandera de lucha con la que millones de
personas lograron identificarse.
Pero este tipo de movimientos requieren de una estructura
sólida que les permita mantenerse. Necesita liderazgo, financiamiento, un
discurso sólido que acarree a la multitud, la fortaleza suficiente para no
sucumbir ante las tentaciones de grupos políticos ya consolidados que podrían
desvirtuar la causa y sobre todo constancia.
Si bien todavía este grupo parece mantener cierta presencia,
la idea original está pasando a segundo plano, inclusive no logró llegar al día
de la elección con la fuerza suficiente para cumplir su cometido.
Este tipo de movimientos pueden servir a las generaciones
actuales y futuras para darse cuenta que la sociedad cuando pretende causas
justas, auténticas y planteadas bajo esquemas políticos sólidos pueden generar
cambios en los sistemas y en las conciencias.
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