Así
como una jornada bien empleada produce un dulce sueño, así una vida bien usada
causa una dulce muerte…Leonardo Da Vinci
Existen en nuestra vida cotidiana
innumerables actividades que resultan por demás riesgosas. Desde domar leones o
elefantes, limpiar ventanas en los rascacielos, hacerla de doble de cine,
policía, entre otras que por su naturaleza son un peligro a la integridad física.
En los últimos años,
el ejercer el periodismo ha implicado significado jugarse el pellejo. Quienes
llevan a cabo esta profesión han sido víctimas de la violencia como en ninguna
otra parte del mundo, inclusive en aquellas regiones donde la guerra es parte
de su diario vivir.
Pero la política es también una actividad de la cual su ejercicio
requiere de mucho aplomo. La historia de nuestro país ha sido testigo de actos
de violencia en su expresión máxima. A últimas fechas un candidato, virtual
ganador de la contienda presidencial, fue asesinado sin que hasta ahora esté
claro quien o quienes lo mandaron asesinar. Meses después el Secretario General
de ese mismo partido murió a menos de un tirador solitario.
En días pasados un diputado de Netzahualcóyotl fue victimado
por su mujer después de sostener una discusión. Días después, un diputado local de Sonora fue asesinado por órdenes de su suplente que con el afán de
quedarse con la curul, pago a un asesino 40 mil pesos para matarlo. La política
mexicana ha estado empañada por acontecimientos sangrientos.
La política es una actividad noble. Su ejercicio requiere de
habilidad, conocimiento y sensibilidad. Servir al próximo a través de ejercicio
del poder es su esencia. Sin embargo, nos hemos encargado en menospreciarla, en
categorizarla como una actividad donde salen a flote los más perversos
antivalores que culmina por someter todo esfuerzo encaminado al bien común.
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