La avaricia lo pierde todo por quererlo todo…Jean de La Fontaine
Durante la época de la revolución y posterior, México vivió momentos de incertidumbre política, desestabilización y caos. Aquellos héroes que hoy vitoreamos y reconocemos fueron perseguidos y algunos de ellos asesinados por el sistema.
Álvaro Obregón asumió la presidencia del país en momentos de apremio. Mediante argucias reformó la constitución para mantenerse en el cargo, el cual no alcanzó debido a que fue ultimado por un “tirador solitario”. (Como que me suena conocida esta historia). Como todo político acuñó frases y tallas que daban cuenta del significado de ejercer el poder. Y yo porque?, dijo el de la botas. "Haiga sido como haiga sido", así lo expresó Jelipe. Don Álvaro decía; "NADIE AGUANTA UN CAÑONAZO DE CINCUENTA MIL PESOS".
En aquella época esa cantidad de dinero representaba lo suficiente como para comprar voluntades. No dudo que hoy día siga alcanzando, hemos demeritado tanto a la política que cincuenta mil del águila alcanza para eso y más.
Por más intentos que se haga por erradicar las prácticas indebidas en la arena política parece que todos los esfuerzos son infructuosos. A alguien se le ocurrió ciudadanizar los organismos públicos. Como si de antemano los servidores públicos no fueran ciudadanos, o que su investidura los privara de serlo.
Una vez que ésto tomo auge, lo mismo hicieron los partidos políticos. Dando razón de sus prácticas y como remedio a sus desenfrenos decidieron incorporar a sus filas supuestos ciudadanos honorables de probada reputación.
En el ayuntamiento de Monterrey tomo el cargo de la Dirección de Tránsito un ciudadano que estaba al frente de una organización civil, que semana tras semana se encargaba de recibir a los reporteros y dar cuenta de todo aquello que a su juicio y de la institución que representaba, estaba mal. De tanto gorro que puso por fin le dieron chance de asumir un cargo. Vamos a ver de a como nos toca. Y pues le tocó. Incorporó a las filas de la institución municipal a parientes cercanos.
El comportamiento honesto no es cuestión de investiduras, sino de principios. Se hizo cierto aquel adagio; "NADIE AGUANTA UN CAÑONAZO DE CINCUENTA MIL PESOS"...Con tan poquito pinole le dio la tos.
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