Nunca he matado a nadie, pero confieso que he leido
algunas esquelas con gran satisfacción.
Clarence
Darrow
Una noticia que conmueve al mundo de las artes, es la muerte de Ray
Bradbury, escritor norteamericano de ciencia ficción. Bajo la sombra de su
extensa obra crecimos muchos de mi generación.
El género de la ciencia ficción nunca fue de mi completo agrado, hasta
que por azares del destino me comenzó a interesar la política. Cuando uno se
adentra en los entramados del sistema político mexicano, comienza a darse
cuenta de que los escritos de Bradbury, se quedan muy cortos, son juego de
infantes comparados con lo que sucede en el mundo del poder en nuestro país.
Particularmente este proceso electoral ha resultado por demás interesante
y fuera de toda lógica, si es que acaso la política la tenga, pues vemos
sucesos que escapan a toda posibilidad de análisis desde la trinchera política,
que sin embargo, podrían ser explicados a partir de cuentos o crónicas
marcianas.
A pesar de que existen acontecimientos en otras latitudes que nos
permiten poner a prueba nuestra capacidad de asombro, los aztecas solemos
siempre dejar por sentado que en esto del arte de la polaca nadie como
nosotros.
Hace algunos días veía una foto en un diario mostrando al ex
presidente de Egipto sentado mascando barrote, ataviado con su uniforme de reo
color caqui, pero eso sí, con gafas oscuras, supongo yo de algún diseñador
afamado. Serio como lo fue cuando dirigía esa nación africana, solo que ahora
su gesto era producido por la cadena perpetua que deberá purgar por los
agravios cometidos contra su pueblo.
En México dejaron de aparecer las escenas sobre los lujos con que
vivían los grandes capos de la droga, y no me refiero a sus mansiones en los
exclusivos barrios, sino en los propios penales. Los narcos ya no permiten que
las cámaras de tv, menos aun las del mismo reclusorio, den testimonio de los
excesos con que viven estos personajes. Y peor aún, de los privilegios
concedidos que les da la oportunidad de seguir controlando no solo las cárceles
sino al crimen organizado que opera fuera de ellas.
Esperamos que algún día quienes hoy gozan de esos privilegios,
compartan de nuevo el pan, la sal y hasta la cama con quienes han permitido que
estos excesos operen en nuestro sistema y en nuestra sociedad.
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