jueves, 7 de junio de 2012

Un Mundo Nos Vigila


Nunca he matado a nadie, pero confieso que he leido algunas esquelas con gran satisfacción.
Clarence Darrow
Una noticia que conmueve al mundo de las artes, es la muerte de Ray Bradbury, escritor norteamericano de ciencia ficción. Bajo la sombra de su extensa obra crecimos muchos de mi generación.

El género de la ciencia ficción nunca fue de mi completo agrado, hasta que por azares del destino me comenzó a interesar la política. Cuando uno se adentra en los entramados del sistema político mexicano, comienza a darse cuenta de que los escritos de Bradbury, se quedan muy cortos, son juego de infantes comparados con lo que sucede en el mundo del poder en nuestro país.

Particularmente este proceso electoral ha resultado por demás interesante y fuera de toda lógica, si es que acaso la política la tenga, pues vemos sucesos que escapan a toda posibilidad de análisis desde la trinchera política, que sin embargo, podrían ser explicados a partir de cuentos o crónicas marcianas.

A pesar de que existen acontecimientos en otras latitudes que nos permiten poner a prueba nuestra capacidad de asombro, los aztecas solemos siempre dejar por sentado que en esto del arte de la polaca nadie como nosotros.

Hace algunos días veía una foto en un diario mostrando al ex presidente de Egipto sentado mascando barrote, ataviado con su uniforme de reo color caqui, pero eso sí, con gafas oscuras, supongo yo de algún diseñador afamado. Serio como lo fue cuando dirigía esa nación africana, solo que ahora su gesto era producido por la cadena perpetua que deberá purgar por los agravios cometidos contra su pueblo.

En México dejaron de aparecer las escenas sobre los lujos con que vivían los grandes capos de la droga, y no me refiero a sus mansiones en los exclusivos barrios, sino en los propios penales. Los narcos ya no permiten que las cámaras de tv, menos aun las del mismo reclusorio, den testimonio de los excesos con que viven estos personajes. Y peor aún, de los privilegios concedidos que les da la oportunidad de seguir controlando no solo las cárceles sino al crimen organizado que opera fuera de ellas.

Esperamos que algún día quienes hoy gozan de esos privilegios, compartan de nuevo el pan, la sal y hasta la cama con quienes han permitido que estos excesos operen en nuestro sistema y en nuestra sociedad.

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