No hay riqueza más peligrosa que una pobreza
presuntuosa…San Agustín
Los grandes almacenes de la
localidad se dieron a la tarea de contribuir de forma solidaria con la economía
familiar y el pasado fin de semana nos recetaron descuentos formidables para
poder festejar al rey de la casa. Hasta 20% de descuento y 18 meses para pagar,
aunado a que las tiendas cerrarían sus puertas hasta altas horas de la noche.
El padre se merece lo mejor y no
hay que dejar pasar la ocasión para festejarlo como Dios manda. Para eso de
andar celebrando fechas los aztecas nos pintamos solos. Y la mejor manera de
demostrar nuestro afecto tiene que ver con entregar un regalo, obvio entre más
grande, cuantioso e inservible sea, mucho mejor. Cuando el festejado ve el
tamaño de la caja, le gana la emoción, su júbilo no es precisamente para atinar
su contenido, sino que asume que será él quien cargará con los platos rotos.
Los compradores se volcaron a los
almacenes en busca del regalo perfecto. Escudriñaban en los anaqueles para
encontrar la prenda preferida. Escuche a una señora que le decía a su
hija…llévate ese, ya tenemos aquí más de tres horas y no te has decidió. La
hija le respondió…es que si no le queda? Si no le queda a tu papá se lo das a
tu hermano.
Los obsequios encuentran siempre
un mejor acomodo. Las compras apresuradas nos llevan a elegir lo que sea, a
final de cuentas lo que importa es la intención y el monto de lo gastado.
Estaremos festejando el siguiente día del padre y aun no terminaremos de pagar
el regalo del año anterior.
Las ingratitudes del sistema
económico nos llevan a adquirir deudas que no tienen sentido. La tarjeta arde.
La entregamos a la dependienta rezándole a todos los santos que “pase”. La dama
desliza el plástico y la espera se vuelve eterna. Cuando la tarjeta es
rechazada asumimos una actitud de incredulidad ante tan vergonzoso evento. ¡Qué
raro que no haya pasado, si apenas ayer pagué¡. Abrimos la cartera en busca de
una solución divina. El resto de los plásticos están ya cancelados y entregarlo
resultaría por demás penoso.
Las bancos hacen de las suyas
para tener cautivo a los deudores, que ávidos de seguir dentro del sistema
financiero llevan hasta sus máximas consecuencias los privilegios de ser
sujetos de crédito. Cuando a punto estas de gastarte el último peso del límite
asignado, recibes la llamada celestial que te ha elegido por ser cliente distinguido
para ampliarte tu saldo otros 10,000 pesos.
Respiras hondo, sujetas la tarjeta con fe y
devoción, le das un beso y la acaricias como quien acaricia a la novia diría el
perro Bermúdez y te alistas para el siguiente tarjetazo, al fin y al cabo está
a 18 meses
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