Cunado Adalberto Madero era Presidente Municipal de Monterrey
se le ocurrió la puntada de inscribir a nuestra ciudad como candidata para
celebrar los juegos olímpicos en el 2016. Caprichoso e ingenuo el rollizo munícipe envió una carta al Comité Olímpico Internacional,
como quién envía un oficio solicitando permiso para organizar una kermés.
No tuvimos que esperar mucho para darnos cuenta de la
vacilada. Monterrey no fue considerada si quiera para tomar parte en ser evaluada
en la fase inicial. Quedaron descartadas en aquel primer filtro, Matehuala,
Torreón y Matamoros.
En nuestro país se han celebrado justas mundialistas y eventos
internacionales de gran alcance. Unos juegos olímpicos, dos mundiales de
futbol, varias veces sede de juegos panamericanos, juegos centroamericanos,
entre muchos otros. Pero siempre por alguna razón algo no nos sale bien,
terminamos como dicen, regando el tepache.
En la inauguración de los últimos juegos panamericanos
celebrados el año pasado en Guadalajara; pasamos aceite los aztecas cuando
nuestro Presidente tomó el micrófono para hacer la declaratoria inaugural de
los juegos. Con voz aguardientosa apenas podía hilvanar dos palabras de forma
clara. Sudoroso, temblando y con un semblante de pedir más botana y la
caminera, logró la hazaña de completar su menaje.
Los juegos fueron todo un éxito, así declaraba la autoridad.
A la semana de haber concluido la justa, las medallas comenzaron a despintarse.
Fue un error menor dijeron los organizadores, háganoslas llegar y se las
cambiamos. Parecía que las preseas habían salido en el cereal.
En el 2005, Monterrey fue sede de la cumbre mundial, evento
organizado por la Organización de Naciones Unidas. El resultado de la misma es
todavía un enigma. Lo que si quedó en la memoria de todos fue el bochornoso
evento de COMES Y TE VAS. El Presidente Fox, en su intento por tener contento a
su homólogo de los Estados Unidos durante su visita a tierras regias, se vio en
la necesidad de pedirle Fidel Castro que
no dejara de venir, pero que una vez degustado sus alimentos procediera a
retirarse.
Si bien la fiesta y la pachanga nos encantan, nunca en un
jolgorio debe faltar un suceso bochornoso, que permita aderezar la sobremesa
del día siguiente y tener la posibilidad de salvar la honra en la próxima.
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