miércoles, 11 de julio de 2012

Al Diablo con las Instituciones


Cuando los que mandan pierden la vergüenza, los que obedecen pierden el respeto…Refrán

Esta frase cobró fama pasadas las elecciones del 2006. El candidato de las izquierdas cegado por el coraje e impotencia porque se suponía robado, anunciaba en un discurso en el Zócalo de la Ciudad de México esta contundente afirmación que a la postre le costaría el desprestigio del que es objeto por un amplio segmento de la población.

Los medios de comunicación salieron a defender a las instituciones denostando lo dicho por el político tabasqueño al que tacharon de intolerante, antidemocrático, violento, terco, iluso y chillón.

La honorabilidad del IFE, TRIFE, FEPADE y demás Instituciones no tenían porque ponerse en duda y la elección había sido a todas luces limpia, pulcra, sin sobresaltos. Por lo que el perdedor debería entonces, reconocer su derrota y sumarse al proyecto calderonista.

A principios del actual proceso electoral, algunos ciudadanos auspiciados por diversas organizaciones y otros a título personal, pusieron en entredicho la validez de algunas candidaturas. Condenaron el abandono de algunos políticos a sus encargos para postularse por otro puesto público e hicieron valer sus derechos ante las autoridades correspondientes.

En un ir y venir de papeles y demandas, amparos y demás recursos legales, la autoridad concluyó en que dos casos en particular; el de Ivonne Álvarez y Fernando Larrazábal regresaran a sus puestos como alcaldes de Guadalupe y Monterrey respectivamente.

Pero ambos personajes y sus cabildos respectivos mandaron literalmente al diablo a las instituciones. En un desafío expreso a la autoridad judicial, se hicieron de la vista gorda para no obedecer lo dictado por el juez. La institución mostró tolerancia excesiva, debilidad y parsimonia al no hacer valer la ley mediante el uso de los recursos de que dispone.

Los susodichos no tuvieron que usar el micrófono y ante un auditorio copioso despotricar en contra de las Instituciones, por el contrario ocultos de la mirada del público y con la complacencia de los medios que rechazaron y condenaron a Don Andrés, ahora ven este acto desde una óptica distinta, cuando en realidad tiene un mensaje no escrito de mayores proporciones.

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