Esta frase cobró fama pasadas las elecciones del 2006. El
candidato de las izquierdas cegado por el coraje e impotencia porque se suponía
robado, anunciaba en un discurso en el Zócalo de la Ciudad de México esta
contundente afirmación que a la postre le costaría el desprestigio del que es
objeto por un amplio segmento de la población.
Los medios de comunicación salieron a defender a las
instituciones denostando lo dicho por el político tabasqueño al que tacharon de
intolerante, antidemocrático, violento, terco, iluso y chillón.
La honorabilidad del IFE, TRIFE, FEPADE y demás Instituciones
no tenían porque ponerse en duda y la elección había sido a todas luces limpia,
pulcra, sin sobresaltos. Por lo que el perdedor debería entonces, reconocer su
derrota y sumarse al proyecto calderonista.
A principios del actual proceso electoral, algunos ciudadanos
auspiciados por diversas organizaciones y otros a título personal, pusieron en
entredicho la validez de algunas candidaturas. Condenaron el abandono de
algunos políticos a sus encargos para postularse por otro puesto público e
hicieron valer sus derechos ante las autoridades correspondientes.
En un ir y venir de papeles y demandas, amparos y demás
recursos legales, la autoridad concluyó en que dos casos en particular; el de
Ivonne Álvarez y Fernando Larrazábal regresaran a sus puestos como alcaldes de
Guadalupe y Monterrey respectivamente.
Pero ambos personajes y sus cabildos respectivos mandaron literalmente
al diablo a las instituciones. En un desafío expreso a la autoridad
judicial, se hicieron de la vista gorda para no obedecer lo dictado por el juez.
La institución mostró tolerancia excesiva, debilidad y parsimonia al no hacer
valer la ley mediante el uso de los recursos de que dispone.
Los susodichos no tuvieron que usar el micrófono y ante un
auditorio copioso despotricar en contra de las Instituciones, por el contrario
ocultos de la mirada del público y con la complacencia de los medios que
rechazaron y condenaron a Don Andrés, ahora ven este acto desde una óptica
distinta, cuando en realidad tiene un mensaje no escrito de mayores
proporciones.
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