Se puede pecar contra la verdad lo mismo por omisiones calculadas como por
informaciones inexactas… Pablo VI
Cuando niño estando de visita en
casa de la tía Ana hice un descubrimiento macabro. Mientras tía dormía
plácidamente, junto al tocador estaba un vaso de agua que contenía un objeto medio
raro, la oscuridad no me permitía preciar que era. Tome el vaso y comencé a
observar detenidamente, hasta que me cercioré que se trataba de una dentadura.
Mi asombro fue tal que la tía
despertó, me pego un regaño y se dispuso a ponerse su placa presurosamente.
Ella guardaba con recelo el hecho de que su dentadura era artificial. Tuvieron
que pasar más de 35 años para que yo revelara ese secreto. Cuando la tía comía
lo hacía a ritmos muy pausados, mordía como un roedor y era muy selectiva con
sus alimentos, argumentando que podría ahogarse.
Pasado el tiempo se desarrolla el
sentido de la observación con mayor agudeza y los dientes de porcelana de la
tía era ya evidentes a todas luces. Sin embargo, nunca escuche comentario
alguno, ni siquiera en tono de broma, sobre aquella placa que le permitía lucir
una sonrisa blanca y parejita.
La tía Ana María ya está en un
mejor lugar que en el que nos encontramos nosotros. A su última morada la
acompañó su placa, que será quizás lo único que quede cuando el tiempo
convierta su cuerpo en polvo.
Durante la presente semana en el
gobierno estatal se destapó un asunto de proporciones mayores. Más de 175 mil
juegos de placas de automóvil fueron utilizados, vendidos, regalados, cedidos,
emprestados, o vaya usted a saber que fue de ellos. El descubrimiento de esta
pillería ha dejado ya un saldo de varios servidores públicos en chirona, otros
más en espera de que las pruebas se desahoguen para poder conocer su suerte.
El tema de las placas ha desatado
la ira de los ciudadanos, quienes recriminan al gobierno estatal el insipiente
control que se tenía sobre las mismas.
El ex titular alega que desconocía la tranza, pues el sistema siempre
arrojó datos que no hacían suponer tal faltante. La pregunta es: ¿quién
autorizaba que se suministraran más placas? Estas órdenes de compra alguien del
Instituto tenía que firmarlas y cuando digo alguien, pues debe ser el mero
mero.
Un objeto tan apreciado por
autoridad, que con el afán de controlar, recaudar y sancionar a los
contribuyentes poseedores de automóvil, no puede dejarse a la deriva en su
manejo.
La tía guardó el secreto de su
placa con tal vehemencia, que incluso confió en mí discreción. Creo que este
mismo vínculo de lealtad se hizo presente en el Instituto de Control Vehicular,
para que todos recibieran su justa recompensa.
Al igual que corro el riesgo de
recibir mi reprimenda desde el cielo por indiscreto; estos funcionarios deberán
atenerse al castigo de la ley por trasgredir el orden y poner en riesgo la
seguridad y el patrimonio de los ciudadanos.
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