Un necio encuentra siempre
otro necio aún mayor que le admira…Nicolas Boileau
En
días pasados acudí ante la autoridad hacendaria a regularizar algunas
cuestiones menores. Fue grato y a la vez sorprendente observar como los
sistemas de control de la información para identificar a los contribuyentes han
avanzado en los últimos años. Además de un orden exhaustivo, limpieza en las
oficinas, eficiencia y amabilidad del personal. Cuentan con la fotografía,
huellas dactilares de todos los dedos, la firma, domicilio, en una palabra,
difícilmente te les puedes pelar.
Para culminar con los
trámites hice cambio de domicilio. Una vez inscrito los datos vía internet, una
persona del SAT habría de hacer la verificación para dar fe de mis dichos a
través de la red. La respuesta fue contundente. “No se posible encontrar el domicilio
referido en su solicitud, favor de acudir personalmente a la oficina más
cercana”, rezaba un correo enviado por la autoridad.
En ese momento me
vinieron a la mente los casos que a últimas fechan han inundado los diarios de
la localidad, que dan cuenta de las fechorías que se cometen al interior de los
gobiernos y en los cuales participan las denominadas empresas “fantasmas”. Me
pregunto, ¿cómo fue posible que cuando el visitador llegó a dicho negocio no
detectó que era una finca abandonada, o que vivían ahí dos viejecitos
jubilados, o que era un rastro clandestino de puercos? (sin agraviar)
Cuando uno intenta
hacer las cosas como Dios y la ley mandan, siempre salen con sus asegunes. La
eficiencia de las autoridades se ve en ocasiones enaltecida pero en otras
empañada por la tranza y el cochupo.
Estoy en la mejor
disposición de acudir a la oficina del SAT a mostrar mis generales y comprobar
mi domicilio. Pero me gustaría saber si lo mismo hacen con estas empresas que
venden millones de pesos a los gobiernos, y cuyos domicilios son tejabanes o
baldíos.
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