martes, 24 de julio de 2012

Esa Lolita


Un necio encuentra siempre otro necio aún mayor que le admira…Nicolas Boileau

En días pasados acudí ante la autoridad hacendaria a regularizar algunas cuestiones menores. Fue grato y a la vez sorprendente observar como los sistemas de control de la información para identificar a los contribuyentes han avanzado en los últimos años. Además de un orden exhaustivo, limpieza en las oficinas, eficiencia y amabilidad del personal. Cuentan con la fotografía, huellas dactilares de todos los dedos, la firma, domicilio, en una palabra, difícilmente te les puedes pelar.

Para culminar con los trámites hice cambio de domicilio. Una vez inscrito los datos vía internet, una persona del SAT habría de hacer la verificación para dar fe de mis dichos a través de la red. La respuesta fue contundente. “No se posible encontrar el domicilio referido en su solicitud, favor de acudir personalmente a la oficina más cercana”, rezaba un correo enviado por la autoridad.

En ese momento me vinieron a la mente los casos que a últimas fechan han inundado los diarios de la localidad, que dan cuenta de las fechorías que se cometen al interior de los gobiernos y en los cuales participan las denominadas empresas “fantasmas”. Me pregunto, ¿cómo fue posible que cuando el visitador llegó a dicho negocio no detectó que era una finca abandonada, o que vivían ahí dos viejecitos jubilados, o que era un rastro clandestino de puercos? (sin agraviar)

Cuando uno intenta hacer las cosas como Dios y la ley mandan, siempre salen con sus asegunes. La eficiencia de las autoridades se ve en ocasiones enaltecida pero en otras empañada por la tranza y el cochupo.

Estoy en la mejor disposición de acudir a la oficina del SAT a mostrar mis generales y comprobar mi domicilio. Pero me gustaría saber si lo mismo hacen con estas empresas que venden millones de pesos a los gobiernos, y cuyos domicilios son tejabanes o baldíos.  

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