Después de
un año en el que la tragedia fue la constante, los aztecas nos preparamos para
recibir con los brazos abiertos el BUEN FIN. Como suele suceder emulamos
costumbres de nuestros vecinos del norte y nos disponemos en esta ocasión a
competir con su ya tradicional viernes negro, con el que se culmina un año de
compras de una sociedad habituada a ello.
Como parte
de una carrera por ganar clientes, los comercios locales han dispuesto poner al
alcance del público ofertas y descuentos que provoquen que los compradores se
vuelquen como locos en busca de cosas que no necesitan, pero que sin embargo,
estarán a precios nunca antes vistos.
Paradójicamente
entró en vigor la franquicia de 300 dólares por persona para introducir
mercancía libre de impuestos de los Estados Unidos, alentando así a los
consumidores a preferir gastar sus recursos en el mercado estadounidense.
Lo que
resulta incomprensible son los niveles de precios que pagamos aquí y los que se
pagan en Estados Unidos. En el SAM’ S del otro lado se compra un hot dog con
refresco por 1.99, alrededor de $27.00 mexicanos. El mismo producto en SAM’S de
Monterrey cuesta $48.00. Los americanos invierten 6.5% de un salario mínimo en
este producto, nosotros el 77%.
Del mismo modo podemos comparar los precios de juguetes, calzado, perfumería, ropa, etc. Si bien no todos los consumidores pueden ir a los Estados Unidos, lo cierto es que los niveles de competitividad y los abusos de nuestros comerciantes y empresarios, se ponen de manifiesto al momento de comparar los precios.
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