No hay nada peor que una imagen brillante de un
concepto borroso…Ansel Adams
En la
escuela los exámenes resultan todo un reto, sobre todo para quienes se entusiasman
con la idea de aprender, o bien aquellos que son presa del temor si no entregan
buenas cuentas a sus padres.
Antes si
había reprobados en primaria y secundaria, en la preparatoria y la facultad ni
se diga, los profes esperaban las evaluaciones para cobrar venganza. Esta
práctica alentaba al alumno a estudiar o bien a copiar.
Durante días
los educandos imaginan los métodos perfectos para alcanzar la gloria del pase,
como reos en su afán de escapar de prisión. El famoso acordeón, la falda, el
borrador, la pared, la paleta del banco, el celular, instrumentos de apoyo para
aquellos renuentes a estudiar.
Los sermones
del maestro antes de cada examen no hacían desistir a los alumnos dispuestos a
morir en la ralla. Desde recomendaciones hasta las más severas amenazas de
reprobar a aquel que sorprendieran copiando, nunca fueron suficientes.
Durante mi
estadía en la escuela vi caer a muchos infraganti en las garras del maestro,
pero fueron muchas veces más aquellas ocasiones donde el alumno salió airoso.
El haber
compartido el aula y las experiencias personajes que ejecutaban magistralmente el
arte de copiar, ahora mis alumnos se ven en la necesidad de estudiar o pedir
clemencia.
La FIL de
Guadalajara quedó en ridículo al premiar este año al novelista peruano Alfredo
Bryce Echenique acusado de plagio. El galardón entregado por la Universidad de
Guadalajara, se suma al descrédito de un escritor que no se resistió a probar
las mieles de la trampa. De entre los muchos eventos condenables en una escuela
está la copia, la que se condena como el acto antiético por excelencia al que
pudiera prestarse un alumno.
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