Las únicas batallas que se ganan
huyendo son contra las mujeres…Napoleón Bonaparte
Hace algunos
años una maestra de jardín de niños que conducía en estado de ebriedad sufrió un accidente automovilístico. Pasados
los días de nueva cuenta la mentora tuvo otro suceso de la misma naturaleza. De
inmediato los padres de familia y la prensa alzaron la voz y pidieron su
renuncia por considerar que cometía actos no propios. Era un mal ejemplo, aun y
cuando estos los llevara a cabo fuera de su horario de trabajo.
En días
pasados un asunto de particular relevancia conmocionó al gabinete del gobierno
norteamericano. El titular de la CIA presentó su renuncia tras descubrirse que
sostenía una relación extramarital.
Tan pronto
como la prensa se entero de los deslices del general; que poseía todas las
condecoraciones, hizo correr la noticia que concluyó con su renuncia. Como
suele suceder en la Unión Americana, el enamorado tomó el micrófono y pidió
disculpas, al tiempo que enviaba una carta al Presidente explicando el suceso.
El ejercicio
público requiere cualidades y capacidades técnicas, conocimiento, disciplina, y
otras tantas cosas más, pero algo fundamental es trabajar bajo un marco ético
de referencia que permita un desarrollo armónico entre la persona, el servidor
público y aquello que representa.
Poder
establecer y delimitar la esfera de lo público y lo privado cuando se trata de
la vida personal de los servidores públicos o de personajes que ejercen el
poder, es complicado. ¿Nos interesa tener como autoridades a quienes demuestren
tener conductas probadas en su vida personal? , o a quienes al margen de sus
comportamientos personales, muestren conocimientos, disciplina y aplomo
suficiente para conducir los destinos de una nación, una agencia o un salón de
clases.
Aquel que esté libre de pecado que arroje la primera piedra.
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