miércoles, 14 de noviembre de 2012

ABISMO DE PASIÓN


Las únicas batallas que se ganan huyendo son contra las mujeres…Napoleón Bonaparte

Hace algunos años una maestra de jardín de niños que conducía en estado de ebriedad  sufrió un accidente automovilístico. Pasados los días de nueva cuenta la mentora tuvo otro suceso de la misma naturaleza. De inmediato los padres de familia y la prensa alzaron la voz y pidieron su renuncia por considerar que cometía actos no propios. Era un mal ejemplo, aun y cuando estos los llevara a cabo fuera de su horario de trabajo.

En días pasados un asunto de particular relevancia conmocionó al gabinete del gobierno norteamericano. El titular de la CIA presentó su renuncia tras descubrirse que sostenía una relación extramarital.
Tan pronto como la prensa se entero de los deslices del general; que poseía todas las condecoraciones, hizo correr la noticia que concluyó con su renuncia. Como suele suceder en la Unión Americana, el enamorado tomó el micrófono y pidió disculpas, al tiempo que enviaba una carta al Presidente explicando el suceso.

El ejercicio público requiere cualidades y capacidades técnicas, conocimiento, disciplina, y otras tantas cosas más, pero algo fundamental es trabajar bajo un marco ético de referencia que permita un desarrollo armónico entre la persona, el servidor público y aquello que representa.

Poder establecer y delimitar la esfera de lo público y lo privado cuando se trata de la vida personal de los servidores públicos o de personajes que ejercen el poder, es complicado. ¿Nos interesa tener como autoridades a quienes demuestren tener conductas probadas en su vida personal? , o a quienes al margen de sus comportamientos personales, muestren conocimientos, disciplina y aplomo suficiente para conducir los destinos de una nación, una agencia o un salón de clases. 

Aquel que esté libre de pecado que arroje la primera piedra. 

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