miércoles, 6 de febrero de 2013

LA GUERRA DE LOS PASTELES



Para la diplomacia una cuestión aplazada ya está resuelta…André Maurois

Los conflictos bélicos y diplomáticos con el gobierno francés no son nuevos. La última escaramuza y penoso evento vivido son pecado menor en comparación  con los agravios vividos por esta nación durante décadas. La Guerra de los Pasteles fue el inicio de un proceso intervencionista de esta nación en suelo azteca. El 6 de febrero de 1838, se originó este conflicto que culmino con la intervención gala al puerto de Veracruz, batalla donde Antonio López de Santa Ana perdiera su pierna.

La batalla se denomina así por la solicitud hecha por el gobierno francés de indemnizar a los conciudadanos por las pérdidas sufridas durante la guerra de  independencia. El pastelero Remontel solicitaba al igual que otros compatriotas la reparación de los daños a sus propiedades y comercios. Ante la negativa del gobierno mexicano de tales solicitudes, Francia dió cuenta de mandar la armada a resolver este tema.

La Guerra de los Pasteles es una muestra fiel de la defensa de los intereses de los nacionales en suelo extranjero. Hasta ahora muchos conflictos internacionales suelen resolverse con el uso de la fuerza. México para evitar escaramuzas como estas se convirtió en un aliado de la diplomacia pacifista que lo coloca en una posición neutral de todo proceso intervencionista o bélico. Esta posición cómoda evita que otras naciones se entrometan en nuestros asuntos debido a que nosotros nos mantenemos al margen de conflictos ajenos. 

La presión del gobierno francés en este último episodio del caso Cazzes culminó por hacer prevalecer los derechos del victimario en perjuicio de los derechos de las víctimas, acción que debió haber sido defendida por el estado mexicano. Si el respeto a nuestros derechos esta ausente en suelo azteca, poco podemos esperar de nuestro gobierno en pro de defender nuestras garantías en patio ajeno.

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