No heredamos la tierra de nuestros antepasados.
La legamos a nuestros hijos… Antoine de Saint-Exupery
Pocos
esfuerzos y para colmo un mal diseño es
lo que ha convertido a nuestra urbe en un auténtico muladar; "¡ATASCADERO!"así decía mi madre,
al referirse a nuestra recámara en la cual habitábamos 4 varones de entre 15 y
8 años.
Mamá solía
ser un gendarme a la hora de imponer orden, más aun cuando se trataba de las
labores de limpieza, a las cuáles nos sumábamos todos. Había una gritadera
durante todo el ritual de limpiar la casa, que por cierto era muy pequeña, sin
embargo, nos dábamos a la tarea de ensuciar hasta el rincón más escondido.
Usualmente
había una persona que ayudaba a mi madre, pero cuando era épocas difíciles se
tenía que prescindir de sus servicios y éramos nosotros los que colaborábamos
en estas labores. Dotada de fuerza suficiente como para dar y repartir, mi
madre imponía respeto con la sola mirada. Sus gestos de enojo eran intimidantes
y si eso no era suficiente, la frase de…LE
VOY A DECIR A TU PADRE, era contundente.
Fue así como
nos enseñamos (unos más que otros) a apreciar la limpieza. Mantener la casa
limpia no consistía únicamente en recoger y alzar (así decía mi tía Ana) sino en no ensuciar. En colocar las cosas en su lugar y no perturbar el
orden establecido.
Hoy nuestra
metrópoli está sumida en el abandono y la basura. Carente de programas que
impacten en las conciencias de sus habitantes, que se apropien de la ciudad
como algo suyo. Nos empeñamos en lucirnos sacando cuadrillas de barrenderos y
barredoras de motor que lo único que hacen es esparcir la tierra por todos
lados y congestionar la vialidad.
La ciudada esta hecha un muladar. Facil, sencillo y concreto el comentario.
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