En la década de los noventas la televisión trasmitía un
comercial el cual buscaba posicionar a la PEMEX como una empresa al servicio de
la sociedad azteca. La empresa nos mostraba las bondades de sus productos que
se encontraban en nuestro diario vivir. Y efectivamente PEMEX estaba en todas
partes y sus beneficios llegaban a unos pocos, como ha sido y es hasta nuestros
días.
En lo que va
del presente siglo los precios del petróleo han mostrado un nivel nunca antes
visto. En la década de los setentas se vivió un auge petrolero, que no se
compara con nivel mostrado a últimas fechas. Sin embargo, esa bonanza económica
nos cuesta bastante caro a los mexicanos.
La gasolina
aumenta mes a mes, producto de un incremento autorizado por el congreso
federal, mismo que será revisado hasta el próximo año, sin que ello signifique
finalizará. Ser una potencia petrolera no se ha traducido en combustible más
barato como sucede en otros países productores de este energético.
Los precios
del petróleo han ocasionado mayores ingresos a las arcas gubernamentales. Estos
recursos han sido repartidos discrecionalmente a las entidades federativas y
municipios en proyectos de “beneficio social” que no han logrado impactar de
forma real en las condiciones de vida de la población.
Se debió
aprovechar el auge y destinar los excedentes a la modernización de la empresa,de tal forma
que permitiera hacer frente a la demanda de combustible y garantizar la oferta
a precios accesibles.
No solo los
poseedores de vehículos verían beneficios con medidas como estas, sino
quienes utilizan transporte público. Las autoridades y los medios de
comunicación se han empeñado en convencernos de que la medida es para homologar
los precios de las gasolinas en el mundo. Si es así, deberíamos comenzar por
tener salarios iguales a los suecos o alemanes.
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