martes, 16 de abril de 2013

REFORMAR LA EDUCACIÓN PARA REFORMAR LA NACIÓN



Donde hay educación no hay distinción de clases…Confucio


Una de las reformas de mayor alcance para el presente sexenio y cuyos impactos tendrán aun una trascendencia mayor es la reforma educativa. El paquete de tales cambios de forma y fondo se fraguaron desde las más altas esferas del gobierno. Intervinieron actores del sector educativo, político y de procuración de justicia. De tajo se rompió el liderazgo magisterial que tanto daño había causado. 
El sindicato nacional había actuado a favor de un pequeño grupo que gozaba de privilegios económicos y políticos. El resto de los maestros se conformaban con las migajas de las negociaciones. 

Nunca se comprometió el gremio con la nación. Los indicadores en materia educativa fueron a la baja. Se ufanaban en los discursos de la cobertura nacional, que tiene años de ser cercana al 100% y de la gratuidad escolar. 

La calidad educativa, disciplina, número de días,  evaluaciones a alumnos y docentes, son temas que causan escozor en el magisterio. Un país y así lo demuestran las naciones desarrolladas y emergentes, no puede disponer de un sistema educativo arcaico y sumido en la mediocridad.

El gasto educativo sigue a la alza con resultados altamente cuestionados. Invertimos cerca del 7% del PIB, muy cercano a lo que hacen países de primer mundo; el 92% de dicho gasto es para pagar salarios y a sostener la administración del sistema. 
 
No se amplía la cobertura educativa,  no se generan inversiones en infraestructura, tampoco en innovación. La competitividad internacional, requiere de un mexicano que se ajuste a los requerimientos del mercado laboral que hoy en día ya no solo debe verse desde una perspectiva local.
La reforma educativa debe orientarse también, a fortalecer las capacidades cívicas y éticas que respondan a los problemas sociales internos que actualmente enfrentamos.

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