Donde hay educación no hay
distinción de clases…Confucio
Una de las reformas de mayor alcance para el presente sexenio
y cuyos impactos tendrán aun una trascendencia mayor es la reforma educativa. El paquete de tales cambios de forma y fondo se
fraguaron desde las más altas esferas del gobierno. Intervinieron actores del
sector educativo, político y de procuración de justicia. De tajo se rompió el
liderazgo magisterial que tanto daño había causado.
El sindicato nacional había actuado a favor de un pequeño
grupo que gozaba de privilegios económicos y políticos. El resto de los
maestros se conformaban con las migajas de las negociaciones.
Nunca se comprometió el gremio con la nación. Los indicadores
en materia educativa fueron a la baja. Se ufanaban en los discursos de la
cobertura nacional, que tiene años de ser cercana al 100% y de la gratuidad
escolar.
La calidad educativa, disciplina, número de días, evaluaciones a alumnos y docentes, son temas
que causan escozor en el magisterio. Un país y así lo demuestran las naciones
desarrolladas y emergentes, no puede disponer de un sistema educativo arcaico y
sumido en la mediocridad.
El gasto educativo sigue a la alza con resultados altamente
cuestionados. Invertimos cerca del 7% del PIB, muy cercano a lo que hacen
países de primer mundo; el 92% de dicho gasto es para pagar salarios y a
sostener la administración del sistema.
No se amplía la cobertura educativa, no se generan inversiones en infraestructura,
tampoco en innovación. La competitividad internacional, requiere de un mexicano
que se ajuste a los requerimientos del mercado laboral que hoy en día ya no
solo debe verse desde una perspectiva local.
La reforma educativa debe orientarse también, a fortalecer
las capacidades cívicas y éticas que respondan a los problemas sociales
internos que actualmente enfrentamos.
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