Sólo después de
instituida la ley se puede hablar de justicia y de injusticia..Friedrich
Nietzsche
De pronto la nación se ha visto invadida de grupos de
autodefensa. Muchos factores han alterado el orden social ocasionando la
insurrección de estos movimientos que en algunos casos pueden ser auténticos casos
de clamor popular en pos de la justicia, otras veces se convierten en espacios
de expresión de la misma violencia que encuentra un nicho que fácilmente se
acomoda en el caos en el que vivimos.
El establecimiento de controles ciudadanos como guardianes
del orden suponen un desajuste respecto de la escencia gubernamental, que
debiera enfocarse a la salvarguada de la integridad y el respeto irrestricto de
las garantías. Ante la ausencia de gobiernos efectivos que doten de este
principio, la sociedad busca organizarse y armarse hasta los dientes en pos de
encontrar la paz.
Los linchamientos evocan por un lado la incapacidad
gubernamental para atender el problema, y por el otro al nivel de violencia que
se ha incrustado en nuestros genes. La justicia entonces no encuentra otra
expresión que la muerte.
El clamor popular deseonso por reestablecer la paz, encuentra
su origen en penas severas dictadas bajo mandatos populares que agraviados y
ofendidos suelen manifestar su ira contra el agresor imponiendo todo el peso de
la “ley”, misma que ha sido diseñada bajo un ambiente de hostilidad y dolor que
penosamente tiene resultados desastrosos.
Las tareas de la seguridad y el orden deben ser compartidas
entre autoridades y pueblo. Cuando uno lo hace por cuenta propia puede
desencadenar en el rompimiento del orden deseado, poniendo de manifiesto que
las instituciones que dan sustento al quehacer público y aquellas cuyo
nacimiento deviene del rencor y el odio, no producen los efectos esperados,
generando con ello un clima más oscuro y menores alcances.
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