miércoles, 20 de marzo de 2013

A RÍO REVUELTO



Sólo después de instituida la ley se puede hablar de justicia y de injusticia..Friedrich Nietzsche
 
  De pronto la nación se ha visto invadida de grupos de autodefensa. Muchos factores han alterado el orden social ocasionando la insurrección de estos movimientos que en algunos casos pueden ser  auténticos casos de clamor popular en pos de la justicia, otras veces se convierten en espacios de expresión de la misma violencia que encuentra un nicho que fácilmente se acomoda en el caos en el que vivimos.

  El establecimiento de controles ciudadanos como guardianes del orden suponen un desajuste respecto de la escencia gubernamental, que debiera enfocarse a la salvarguada de la integridad y el respeto irrestricto de las garantías. Ante la ausencia de gobiernos efectivos que doten de este principio, la sociedad busca organizarse y armarse hasta los dientes en pos de encontrar la paz.

  Los linchamientos evocan por un lado la incapacidad gubernamental para atender el problema, y por el otro al nivel de violencia que se ha incrustado en nuestros genes. La justicia entonces no encuentra otra expresión que la muerte. 

  El clamor popular deseonso por reestablecer la paz, encuentra su origen en penas severas dictadas bajo mandatos populares que agraviados y ofendidos suelen manifestar su ira contra el agresor imponiendo todo el peso de la “ley”, misma que ha sido diseñada bajo un ambiente de hostilidad y dolor que penosamente tiene resultados desastrosos.

  Las tareas de la seguridad y el orden deben ser compartidas entre autoridades y pueblo. Cuando uno lo hace por cuenta propia puede desencadenar en el rompimiento del orden deseado, poniendo de manifiesto que las instituciones que dan sustento al quehacer público y aquellas cuyo nacimiento deviene del rencor y el odio, no producen los efectos esperados, generando con ello un clima más oscuro y menores alcances.


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